jueves, 11 de febrero de 2010

Cuestión de “riesgos”

11/febrero/2010

Dudar a estas alturas de los riesgos que implica cualquier residuo nuclear es no querer ver la evidencia, aunque en las propias palabras de quienes lo hacen se encuentran varias contradicciones que denotan que en el fondo, todos sabemos que tantas precauciones no pueden ser porque sí.

Efectivamente, entorno a un residuo nuclear, su almacenamiento y transporte, se toman una serie de medidas de seguridad que implican, de por sí, que hay un peligro evidente. Sino, ¿para qué tanto forzamiento vítrico, y de hormigón armado? Entre otras cosas, porque uno de los peligros de estos residuos de ALTA ACTIVIDAD, no pueden entrar en contacto con el agua de lluvia, ni con el agua subterránea. O por ejemplo, ¿para qué las especialidades del transporte? Porque un incidente en el que se rompieran los bidones de transporte podría suponer gravísimos riesgos para la salud de los que lo transportan, y de los que alrededor se encuentren. Y sigamos analizando, y pensemos, ¿porqué en poblaciones pequeñas? Porque hay unos criterios de “riesgo asumible”, entre los que no pueden entrar las grandes ciudades, y sin embargo, sí los pueblos pequeños.

Si el problema es saber si los residuos son peligrosos, o no, podemos tirar de lo que los interesados dicen, y así, la empresa ENRESA (la que lo construye), dice que los residuos de alta actividad son lo siguiente: “El combustible gastado de los reactores nucleares, cuyo aspecto es igual al del combustible nuevo, emite radiación alfa, beta y gamma, además de generar calor como consecuencia de la desintegración radiactiva”.(http://www.enresa.es/actividades_y_proyectos/raa/caracteristicas_del_combustible_gastado). No olvidemos en ningún momento que lo que se trasladaría al ATC de Tierra de Campos son los residuos de alta actividad, o lo que es lo mismo, las barras de uranio de las Centrales Nucleares.

Si seguimos indagando en la misma página, de la misma empresa, estos nos explican que las radiaciones de este tipo de residuos es de la denominada IONIZANTE, es decir , con capacidad para romper enlaces celulares, que según Texto literal de http://www.enresa.es/actividades_y_proyectos/raa/que_es_la_radiactividad “tienen la energía suficiente como para arrancar electrones a los átomos del medio que atraviesan, pudiendo producir cambios físico-químicos y estructurales en el mismo”. De este modo, tienen capacidad para, dependiendo de la radiación que se emita, “incluso con dosis muy bajas o moderadas, las radiaciones ionizantes aumentan la probabilidad de contraer cáncer, y que esta probabilidad aumenta de la misma manera que lo hace la dosis recibida”.

De hecho, y como contestación a lo de que “en otros países se instalan, y no pasa nada”, debemos comentar que hay estudios que certifican el aumento significativo de los casos de cáncer y leucemias infantiles en el entorno de Centrales Nucleares, y no olvidemos el Reactor que va en el Centro de Investigación, que hasta los más excépticos califican de peligroso. En concreto, sobre el Cáncer infantil en los entornos de centrales nucleares alemanas, el Prof. Dr. Edmund Lengfelder, del Instituto radiobiológico de la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich realizó un estudio en el que se analizaba el número inusitado de casos de leucemia infantil en el entorno de la central nuclear de Krümmel y del vecino Centro de investigación de Geesthacht al este de Hamburgo. Desde los años 1980 a 1990, llevó a cabo una investigación en todos los entornos de centrales nucleares alemanas, llegando a la conclusión de que en un área de 15 km. alrededor de centrales nucleares, no se había registrado un incremento de casos de cáncer y leucemia entre niños de hasta 14 años.

Sin embargo, de un control de los resultados realizado por miembros de la Comisión de leucemia de Schleswig-Holstein (en actividad de 1992 hasta 2004) resultó el siguiente diagnóstico: En un entorno de 5 km, hubo un incremento significativo de casos de leucemia en niños menores de 4 años. En un área de 5 hasta 10 km, hubo menos casos, y en el entorno de 10 hasta 15 km, aún menos.

Otro estudio de Universidad de Mainz, a petición de la Oficina Federal de Protección Radiológica de Alemania concluye que vivir cerca de una central nuclear incrementa los riesgos de padecer cualquier tipo de cáncer en los niños. Los investigadores tomaron los datos de todos los niños menores de cinco años que desarrollaron algún tipo de cáncer entre los años 1980 y 2003, un total de 13.373 niños. Después clasificaron por proximidad a cada una de las 16 centrales existentes en el país. Al parecer, existía una clara relación entre la proximidad de la central y el desarrollo de alguna enfermedad oncológica, siendo el radio de cinco kilómetros próximos a la central el más peligroso para tal efecto, aunque en un radio de 50 kilómetros ya se perfilaba el aumento del riesgo de padecer algún tipo de cáncer.

Otro ejemplo, es el Doctor Samuel S. Epstein profesor emérito de Medicina Ocupacional y Ambiental de la Universidad de Illinois en Chicago, Escuela de Salud Pública, Presidente de la Coalición para la Prevención del Cáncer, explica en sus estudios que “Cada día, los reactores liberan una parte rutinaria de los productos químicos radiactivos en la atmósfera y el agua - las mismas sustancias se encuentran en pruebas de la bomba atómica. Esta es la contaminación de residuos nucleares. Los radioisótopos entran en los cuerpos humanos a través de la respiración y la cadena alimentaria. Estos residuos provocan cáncer y otras enfermedades relacionadas a toda la población. Sin embargo, desde el estado, que debe ser responsable del seguimiento de cáncer cerca de los reactores nucleares y analizar la contaminación nuclear, han hecho caso omiso de estos peligros. Sin embargo, los pocos estudios independientes que han encontrado financiación en la materia lo dejan bien claro: estas publicaciones documentan consistentemente altos índices de cáncer en las poblaciones locales cerca de los reactores”.

Si nos venimos a España, veremos que la situación no cambia mucho. Así, en julio del año 2003 se publicó en la revista Occupational & Environmental Medicine un estudio epidemiológico realizado por científicos de la Universidad de Alcalá de Henares y el Hospital de Guadalajara, en el cual se concluye que el riesgo de sufrir cáncer se incrementa linealmente con la proximidad a la central nuclear de Trillo y que el riesgo de padecer un tumor es 1,71 veces superior en el entorno más cercano a la central nuclear (en un radio de 10 kms. alrededor de ésta) que en el área incluida en un radio de 30 kms.

En julio de 2001 fue publicado en Environmental Health Perspectives un estudio de la Unidad de Epidemiología del Cáncer del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III que concluyó que existía un incremento de la mortalidad por leucemia en el entorno de las instalaciones de combustible nuclear.

Dos años antes, en 1999, el Instituto de Salud Carlos III concluyó que existía una tasa de incidencia de mieloma múltiple mayor de lo normal en el entorno de la central nuclear de Zorita, en Guadalajara. Este estudio se publicó en el número de octubre de la revista Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention. En esta misma zona, ya en 1987 el Insalud concluyó que la tasa de muertes por tumores de tubo digestivo era entre 3 y 4 veces superior que la media del Estado español.

Además de estos datos concluyentes, los estudios de 1999 y 2001 del Instituto de Salud Carlos III detectaron también la existencia de una tasa inesperadamente más alta de cáncer de estómago en personas de ambos sexos en el entorno de la central nuclear de Garoña. Este incremento, ligado a la proximidad a esta instalación, se produjo en el periodo posterior al inicio de actividad de la central nuclear, tras comparar con la situación anterior a su entrada en funcionamiento.

Asimismo, se constató que la mortalidad por cáncer de pulmón mostró un mayor incremento en las áreas en el entorno de 30 kms alrededor de las centrales de Garoña, Zorita y Vandellós-I en comparación con las tendencias nacionales. La misma situación se dio con respecto al cáncer de riñón en La Haba, zona de minería de uranio. Según estos estudios, Garoña es la central nuclear en cuyo entorno se ha encontrado una tasa más alta de mortalidad por leucemia en la población de 0 a 24 años, en un ratio superior que en las poblaciones control más allá de ese radio. En el entorno de otras centrales nucleares e instalaciones de minería del uranio se ha detectado un exceso de mortalidad por diversos tipos de cáncer.

Si echamos un vistazo rápido a la legislación laboral también podemos comprender algunas cosillas. Por ejemplo, el Real Decreto 413/1997 , sobre Protección operacional de los trabajadores externos con riesgo de exposición a radiaciones ionizantes, establece la obligatoriedad de asignar a cada trabajador un documento de seguimiento radiológico (carné radiológico) garantizando su actualización y proporcionar a sus trabajadores la información y la formación relativas a la protección radiológica exigidas en ejecución de su trabajo. O lo que es más claro todavía, que es el artículo 10 del Real Decreto 783/2001, de 6 de julio, por el que se aprueba el Reglamento sobre Protección Sanitaria contra radiaciones ionizantes, que establece que, tan pronto como una mujer embarazada comunique su estado al titular de la práctica, las condiciones de trabajo de la mujer embarazada serán tales que la dosis equivalente al feto sea tan baja como razonablemente posible, de forma que sea improbable que esa dosis exceda de 1mSv; además, se contemplan una serie de actividades laborales en las que no se deberla permitir la participación de mujeres gestantes.

Todo esto son datos, no opiniones. Y esos datos nos dicen que los residuos radioactivos son nocivos de por sí, por eso se establecen medidas de seguridad, no por capricho. Y sobre esta base, el sentido común nos debe decir que el que debe demostrar que la actividad es inocua es quién lo afirma. Mientras tanto, precaución, y la precaución en este caso es que los residuos no salgan de allí donde se producen.

Pero de todo lo escuchado estos días, lo que más me molesta, sin dudarlo, es el hecho de que se crea que la decisión es solo cuestión de los que viven en Santervás y Melgar de Arriba. No lo acepto.

No lo acepto porque afortunadamente en este país todos podemos opinar de lo que queramos, pero eso es obvio. No lo acepto porque soy tan melgarejo como el que más, e invito a quién quiera a demostrarme lo contrario. Soy propietario de acciones en el viñedo “Melgarajo”, por tanto, posible afectado por la instalación del cementerio. En Melgar de Abajo mis padres tienen una casa, mi mujer tiene otra, y mis abuelos tienen otra, y todos ellos pagan los mismos impuestos en el pueblo que cualquier persona que viva allí, a excepción del rodaje del coche.

Además, una actividad que puede poner en riesgo la salud de las personas del entorno, y que, en el peor de los casos, los efectos podrían llegar a León o Valladolid, son de mi incumbencia totalmente. Sabemos perfectamente, porque la convocatoria del Boletín Oficial de Estado, y la legislación Comunitaria y española lo recogen, que existe un riesgo elevado de ataques terroristas a todo lo que tenga que ver con la energía nuclear, por eso no se pueden situar cerca de aeropuertos y puertos. También que a estos almacenes no les convienen los movimientos sísmicos, por lo que es importante que la zona no sea geológicamente inestable, ¿todo ello porqué?.

Es de mi incumbencia porque soy un ciudadano que exige que las Administraciones cumplan y hagan cumplir la ley, y lo hagan en condiciones mínimamente democráticas. La tramitación de cómo se ha decidido solicitar el ATC, cuando menos, es de dudosa legitimidad democrática, por haberlo hecho con nocturnidad y alevosía, por no haber contado con la opinión del resto de pueblos afectados, y por no haberle explicado a la gente más que una parte del proyecto.

Cada uno tiene el carácter que tiene, y yo me considero de una de esas que participan, defiende sus derechos, pelean por lo que creen, se comprometen con sus ideas, asumen su responsabilidad más allá de egoísmos personales, piensan en el bien común, y tienen sentimientos. Y son esos sentimientos los que me dan la misma legitimidad que cualquier otra persona para opinar sobre el asunto, y defender mi postura. Las tierras tienen propietario, las casas y terrenos también. La salud pública, el medio ambiente, el respeto de las mínimas normas democráticas, la transparencia en los procesos, y la herencia para las futuras generaciones no lo tienen; por eso todos podemos, y debemos opinar sobre ello.

Por cierto, la empresa ABANTIA ha anunciado la creación de un macro parque solar, que creará en Mayorga cerca de 300 empleos, y sin meterse absolutamente con nada, y con nadie. Solo ha hecho falta poner a su disposición 600 hectáreas de terreno. Mi pregunta es la siguiente: ¿a cuantas hectáreas renunciarían nuestros convecinos de Tierra de Campos para luchar contra la despoblación? Soluciones hay, si se quiere. Hasta pronto, que hablaremos de gobiernos….

ENRIQUE RÍOS ARGÜELLO, Abogado Colegiado nº 2499 del Ilustre Colegio de Abogados de Valladolid.

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