04/febrero/2010
Me quité las legañas de los ojos con el agua helada que salía por el viejo grifo de la casa de mi abuela. Pude abrirlos de puro milagro porque el frío, que azotaba cada rincón del caserón que mi abuelo construyó con sus propias manos, me tenía absolutamente aterido.
Esa mañana de invierno mi conciencia decidió que debería hacer algo para pasar el tiempo, que no consistiera en esperar a las doce y media para que abrieran el bar, y ponerme a beber vinos desde esa hora. Así que aproveché para darme un paseo.
A la media hora de estar vagando por el pueblo me dí cuenta de que había llegado sin querer a la orilla del Cea. El agua clara de un cauce cada vez más ancho, parecía evaporarse a pasos agigantados a pesar de que la realidad consistía en una pérdida de caudal por haber ensanchado el río excesivamente.
Me agaché, agarré un canto, y lo lancé tan fuerte como pude, tratando de hacer “la rana”. No me salió bien, hacía muchos años que no me daba por ahí. Lo volví a intentar, y siguió sin salirme. A la tercera lo conseguí. Durante esos pocos minutos, diversas imágenes vinieron a visitar mi mente, y no pude sino darme cuenta de cómo estas escenas vitales apenas interesantes, pueden proporcionarte la capacidad de detener el tiempo y reflexionar. Así que seguí tirando piedras al río.
Cada piedra que tiraba me evocaba un pensamiento, y el primero tuvo que ver con la despoblación de mi Tierra de Campos. Me preguntaba el porqué, y me preguntaba si se podría evitar.
Al responderme a la primera pregunta se me ocurrieron varias respuestas, que pude resumir en la siguiente reflexión. La emigración sufrida hacia las grandes ciudades fue imparable desde el momento en el que las únicas posibilidades de subsistencia dependían de la agricultura y la ganadería. El acceso al sistema educativo hizo ver a muchos jóvenes que hay más posibilidades de desarrollarse personal y laboralmente. Eso empezó a ocurrir hace más de 40 años, y desde entonces poco parece haber importado el futuro de la comarca.
Ni las administraciones, ni los gobernantes de Tierra de Campos vieron este fenómeno de la despoblación cuando debieron verlo: cuando empezó. Entonces es cuando debieron haberse tomado medidas que nunca llegaron, pero nunca es tarde si hay interés, e ideas. ¿Cuánto tiempo se ha perdido sin hacer nada?¿Porqué nunca se ha generado un movimiento del tipo “Teruel existe”, o “Soria existe”?¿Porqué las acciones reivindicativas han ido casi siempre ligadas a la defensa de las subvenciones agrarias? Estas preguntas no tienen fácil contestación, pero son la verdadera causa de los problemas actuales. Políticas inmovilistas, muy poca imaginación, nula inversión, y mínimas iniciativas empresariales que generen puestos de trabajo.
Más aún, iría más allá destacando sobre todas las cosas la incapacidad manifiesta para coordinar esfuerzos, buscar soluciones comunes, y agruparse entorno a los mismos intereses. Muy pocos movimientos cooperativistas, y demasiada competencia para un mercado tan pequeño.
Dispone Tierra de Campos de productos sencillamente fabulosos: puerros de Sahagún, lenteja pardina de Mayorga, un pan extraordinario, embutidos más que respetables, vinos de calidad, quesos de fama internacional, bacalao en tierra de secano, aguardientes excelentes, garbanzos espectaculares, cangrejos de río, pichones, conejos, pollos, huevos, etc… Jamás nadie se ha planteado una marca de calidad, algo que identifique la procedencia de los mismos. Un elemento diferenciador perfectamente reconocible que posibilite la promoción y publicidad de los productos autóctonos.
Pero para ello hace falta alguien que lo coordine, y gente que vea en ello una posibilidad, no un impedimento. Los pequeños Ayuntamientos de la zona quizá no tengan capacidad para ello, pero ¿qué han promovido la Junta de Castilla y León y la Diputación en ese sentido?.
A ellos deben dirigirse las reivindicaciones, y no mirar por el color político de quién debe recibirlas, mas que el bien de la Comarca. No haber adoptado posturas más reivindicativas, implicando a todos los sectores económicos y sociales de Tierra de Campos, es un precio muy alto que estamos pagando a día de hoy.
Del mismo modo, podríamos hablar de las riquezas naturales que ofrece nuestra Tierra. La ribera del río Cea ofrece posibilidades enormes si se quieren promocionar. Del mismo modo que desde Mayorga hasta Sahagún se podría ir paseando pegado a la orilla, las administraciones podrían promover rutas de senderismo, y observación ornitológica, que aprovechen esa maravilla de la naturaleza, pero para ello, debieran los Ayuntamientos ser más cuidadosos con su riqueza natural, y por ejemplo, no deberían talar los árboles más cercanos a tal ribera.
El turismo rural está de moda, y Tierra de Campos puede ofrecer gran cantidad de atractivos para quienes disfrutan con este tipo de turismo. Algunos ejemplos: los atardeceres desde la Ermita de Melgar de Abajo, la piscina fluvial de Melgar de Arriba, el embarcadero de Galleguillos, la zona deportiva de Saelices, la Iglesia de Santervás, la arboleda de Monasterio, los paisajes de campos de colores, los viñedos de Melgarajo, el Museo del Pan de Mayorga, el Rollo de Villalón, la caza en los cotos, la pesca en el Cea y Valderaduey, y tantos otros que es injusto hacer estas listas, porque siempre se olvida algo. ¿Qué políticas de promoción de este turismo han realizado las administraciones? En mi opinión, muy poca cosa, y con un resultado más que discutible.
Pero además, a estos atractivos turísticos podemos añadirle una riqueza hostelera indudable. Los restaurantes y centros de turismo rural de Valderas, Mayorga, Becilla, Villalón, Castroponce, Villanueva de la Condesa, Sahagún, Grajal, Galleguillos, etc… acompañadas de los coquetos bares construidos recientemente en algunos pueblos, nos aportan una indudable calidad hostelera.
Y porqué no hacerse otra pregunta. Si tenemos una población muy mayor, ¿porqué no invertir en residencias, y mecanismos de ayuda a domicilio adecuados para esa población?. Si no lo hacemos estamos fomentando que, incluso los que ya viven allí y no tienen expectativas laborales, tengan que irse a las residencias de las grandes capitales.
La última pregunta que me vino a la mente con la última piedra fue la siguiente: ¿Se le saca provecho a estas riquezas y posibilidades? La contestación fue instantánea: no.
Los que ahora quieren encontrar una solución fácil a los problemas de despoblación nos quieren vender un cementerio nuclear como el “maná”, y piden a gritos que los que se oponen propongan soluciones. Lo primero que hay que explicarles es que las soluciones fáciles no existen, y que hay que hacer esfuerzos para salir de este atolladero en el que la política inmovilista en Tierra de Campos ha sumergido a la comarca. Y lo segundo, es que en la zona del único Cementerio de características similares al que pretenden (El Cabril, Córdoba) la población ha disminuido en los últimos años un 25 %. Es más, si vemos la información que ofrece el Instituto Nacional de Estadística, todos los pueblos de alrededor han perdido población desde que empezó a funcionar el Cementerio en el año 1992. En los años de 1991 a 2001, según el Padrón Municipal, Las Navas de la Concepción pasó de 1947 habitantes a 1874, Alanís de 2125 habitantes a 2008, Fuente Obejuna de 6322 habitantes a 5715, y Hornachuelos (término municipal donde se instala) de 5086 habitantes a 4687.
La empresa ENRESA, que gestionará la construcción del Cementerio Nuclear, advierte que se garantizan más de 100 empleos estables durante 60 años. Teniendo en cuenta que el Centro Tecnológico Asociado al Cementerio se llevará la mitad del personal, y que este será mayoritariamente personal técnico muy cualificado, las probabilidades de que muchos habitantes de Tierra de Campos encuentren trabajo allí es muy pequeña. Por tanto, no es la panacea para la lucha contra la despoblación. Ayer mismo publicaba El Norte de Castilla que dos centros solares en Mayorga crearán los mismos empleos que el Cementerio, y sin meterse con nadie.
Tenemos sol, tenemos agua, y tenemos tierras, muchas tierras. ¿Podríamos promocionar este tipo de instalaciones inocuas para fomentar la creación de empleo? Sin duda ninguna. Ahí tenemos otra alternativa.
En definitiva, y tiro mi última piedra, alternativas hay. Soluciones hay. Soluciones fáciles, nunca las hay. Exigen compromiso, dedicación, imaginación, mentes abiertas a nuevas posibilidades, y la implicación de las administraciones responsables. Por supuesto, exigirán un esfuerzo de reivindicación al margen de colores políticos, y en eso de momento no se han demostrado grandes dotes.
Todos a una, y todos por el mismo interés, sería el primer paso. Olvidarse de quién gobierna en la Junta y la Diputación, el segundo. Ofrecer alternativas, el tercero. La semana que viene…. hablaremos de gobiernos.
ENRIQUE RÍOS ARGÜELLO, Abogado Colegiado nº 2499 del Ilustre Colegio de Abogados de Valladolid.
jueves, 4 de febrero de 2010
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